1980
12 DE MAYO
La tarde es clara, el ambiente es
cálido. El sol se posa en el horizonte y produce unos hervores prismáticos
hermosos. Termino los exámenes. Salí bien. Todo lo estamos adelantando por de
los juegos olímpicos. Tuvimos una reunión y nos informaron que nuestras
prácticas hospitalarias comenzaran el 16. Me ubicaron en la Clínica Nro 55 de Moscú. Estas
prácticas son de enfermería. Estamos aprendiendo a inyectar, entre otros
trabajos propios de enfermeros. Nos dan una lista de pacientes con los
medicamentos y nosotros los aplicamos. En mi primera experiencia no tuve suerte
en la sala de hombres. Me dieron una inyectadora con una aguja curva de tanto
uso. La misma se dobló, no penetró en el glúteo, y el paciente se quejó de
dolor. Decidí probar en la sala de mujeres y una anciana me hizo la propaganda:
ese muchacho tiene buena mano, ni se siente cuando pincha la aguja, dijo. De
allí en adelante todas las viejitas querían que las inyectara.
Una vez, estando en mi labor de
inyectador, noté que se había terminado el alcohol inexplicablemente. Le
pregunte a la jefa de las enfermeras, y la misma me refirió a la sanitaria, la
que limpia los pisos de nombre Zina. Estaba completamente ebria y me contestó
con unas palabrotas. Entonces supe que el alcohol absoluto es un bien muy
cuidado en los hospitales porque los amantes de Baco se lo pueden beber en la
primera ocasión. Desde ese día fui cauteloso con mi ración de alcohol.
8 DE NOVIEMBRE
Quien
haya leído la vida del Conde Tolstoi llega a sentir gran admiración por
él. Infancia, adolescencia, juventud,
Relatos de Sebastopol, los Cosacos, la Guerra y la Paz. La
muerte de Ivan Ilich y muchas páginas más de su extensa producción literaria nos
obliga a pensar seriamente en el sentido de la vida. Entonces analizamos los valores más humanos:
el amor, la comprensión, el deber, la moral, la ética, etc. Después de leer a Tolstoi se vive de otra
manera. Cada día, empezamos a contemplar
críticamente nuestra conducta, preguntándonos si esta rutina, gris y
fastidiosa, es la mejor manera de llevar nuestras vidas. ¿Vivimos cada instante con la intensidad que
exige una oportunidad irrepetible? He
allí la duda tolstoyana.
Yo
leía a Tolstoi y copiaba en un cuaderno sus consejos: “Es necesario escribir
aunque sea un página diaria para mantenerse a tono”. “Hay que perfeccionar diariamente el
espíritu”. “Para vivir honradamente hay
que intentarlo, rompiéndose, confundiéndose, golpeándose, equivocándose, empezar
y dejarlo todo y nuevamente empezar y siempre luchar aunque haya
privaciones”.
Con
el tiempo he llegado a interesarme más por Tolstoi filósofo que por el
escritor, por el místico que se retira al campo para convivir con la
naturaleza, meditar con mucha calma, estudiar las cosas del espíritu,
cultivarse en el más amplio sentido de la palabra, dedicarse apasionadamente a
la lectura.
Hoy
visité la casa – museo de Tolstoi, en una de las regiones más antiguas de
Moscú. Es una construcción de dos pisos,
de madera y ubicada en una calle que lleva el nombre del escritor. Tolstoi vivió en esa casa a partir de 1882,
escribiendo más de cien obras, incluyendo Resurrección y Cadáver Viviente,
entre otras. Allí está su escritorio con
sus velas y candelabros, el samovar típico ruso para preparar el té, un juego
de ajedrez bellamente tallado en madera, el busto del escritor…
Un
domingo fui a Iasnaia Polaina, al sur de Moscú y a 14 Km . de Tula. Iasnaia es la finca donde nació, trabajó y
está enterrado Tolstoi. Nos reunimos en
la plazoleta, frente a la facultad de humanidades de la Universidad de la Amistad de los Pueblos,
para esperar el bus. Por el camino una
profesora nos habló de la gran fuerza espiritual de Tolstoi. En Tula probamos los melindres muy famosos en
esa ciudad. En Iasnaia Polaina
observamos y apreciamos muchas cosas que nos transportaban a la época cuando
vivió el gran escritor: la casa blanca de Volkonski, abuelo de Tolstoi; el
diván donde nació el escritor, el comedor con el retrato del escritor, los
cuadros para los invitados, la sala con el piano, la biblioteca con más de 22
mil tomos, el escritorio, el cuarto de dormir del escritor con un gran número
de cuadros en la pared, la escuela que fundó Tolstoi para educar a los
campesinos.
Iasnaia
Poliana está situada en medio de un bosque, Tolstoi decía que la naturaleza era
su mejor amigo “al que nunca perderé ni con la muerte”. Por eso vivió con ella, rodeado de manzanos,
abedules, pinos, trigos…
Cerca
de un puente hay un lago, más allá una alameda de tilos, un paseo de abedules
con una alfombra de hojas secas.
La
tumba de Tolstoi está a la orilla de un
barranco, cubierta de muchos trocitos de tallos y hojas. Así lo soñó desde la infancia. Quiso vivir solo “porque solo estaré en la tumba”.
13 DICIEMBRE
Conmemoramos el 150 aniversario
de la muerte del Libertador. Nos reunimos los estudiantes de los países
bolivarianos. Juvenal cantó con su “cuatro” algunos pasajes llaneros. El Pravda
publicó un artículo con el título “La hazaña de Bolívar”. De Venezuela tengo
noticias atrasadas por el Granma cubano que informa que allá tenemos huelgas,
paros y protestas.
15 DE DICIEMBRE
Las clases de histología son
atractivas. Estudiamos por un atlas, diseñado por Eliseev, fundador de la
cátedra. Observamos por el microscopio y dibujamos lo que vemos. Elisieev,
quien también fue jefe en histología del
Instituto Médico Nro 1, Sechenov, dirigió
la revista “Archivos de anatomía, histología y embriología”. Sus trabajos de
investigación tienen que ver con la influencia de los vuelos cósmicos sobre las
células. Tengo clases con la profesora Radostina. Es muy buena con nosotros y
su rostro refleja humildad. Tiene un defecto en el cuello que muestra algo
ladeado. Los alumnos le han dado un apodo: esternocleidomastoideo.
18 DE DICIEMBRE
Regreso de clases del hospital.
Necesito estudiar mucho, pues son tiempos de exámenes. Terminamos bioquímica y
microbiología y presentaremos las pruebas en enero. Después vendrán unas
vacaciones invernales muy cortas. La cátedra de bioquímica la dirige Berezov,
Individuo de Número de la Academia de
Ciencias de la URSS. Él dicta las conferencias magistrales. Escribe fórmulas
interminables sobre unos vidrios mientras los pasa con un retroproyector. Su
libro sobre bioquímica es el manual oficial para todos los institutos médicos
de Rusia. Cada tema tiene un profesor distinto.
Microbiología la tenemos con
Lubov Fiodrovna, una señora bondadosa que explica las clases con mucha
paciencia. Dicen que sufre de los nervios. El jefe es Vasili Kitktenko. Llegó
hasta Berlín como médico en la segunda guerra mundial. Investiga todo lo
relacionado con la leptospirosis y la tularemia , ambas enfermedades
infecciosas trasmitidas por animales. Una vez se autoinoculó con material
infectado con tularemia o fiebre de los conejos para experimentar en carne
propia los síntomas del mal. En las tardes se le ve en la cancha jugando tenis,
vestido todo de blanco.
Fisiología es una de las
asignaturas más atractivas para mí. Es teórica y también muy práctica.
Trabajamos con ranas, sapos y ratones. Repetimos algunos experimentos para
buscar, por ejemplo, los capilares que una vez encontró Malpighi. Al empezar
esta nueva materia, en la bienvenida, nos hablaron de la fundación de la
cátedra, organizada por Peter Kusmich Anojin, un discípulo adelantado de Pavlov
e Individuo de Número de la Academia de Ciencias de la URSS. Anojin fue el
primero en formular la teoría de los sistemas funcionales, aplicada a los
procesos fisiológicos. Participó en la guerra civil que sobrevino con la
revolución de los bolcheviques en 1917. Actualmente el jefe es el profesor
Anatoli Korobkov, quien es el médico que dirige la preparación de los
deportistas soviéticos que participan en los juegos olímpicos. Sus lecciones
son fastidiosas y es monotemático: habla siempre preferiblemente de la
fisiología del deporte. Un personaje interesante es el profesor Nikolai
Agarzanian, un armenio que se ocupa de los cambios fisiológicos en el organismo
durante los vuelos cósmicos. Publicó un libro sobre las reservas de nuestro
organismo, donde aborda temas como la nutrición, el clima y el trabajo creador
para alcanzar la longevidad.
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